miércoles, 10 de diciembre de 2008

"Al final de la introducción de El teatro y su doble, Artaud habla del fuego. Parece aludir al martirio y, sin emabrgo, se trata de la vida. Explica lo que debería ser la cultura y lo que la cultura no es. El humo de las palabras es exhalado por un cuerpo. Por eso conviene traducir sus palabras literalmente, como un mantra contra el espíritu de su siglo y del siglo en el cual vivimos:


Cuando pronunciamos la palabra vida debe entenderse que no hablamos de la vida tal como se nos revela en la superficie de los hechos, sino de esa especie de centro frágil e inquieto que las formas no alcanzan. Si hay aún algo infernal y verdaderamente maldito en nuestro tiempo es esa complacencia artística con que nos detenemos en las formas, en vez de ser como hombres condenados al suplicio del fuego, que hacen señas sobre sus hogueras..."

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