domingo, 11 de octubre de 2009

Líneas del montaje

ATLANTICA SARA
Un rastro posible en la composición del trabajo

Luisienne Dibbon se reencuentra con su hija Sara en una habitación. Dibbon cuenta momentos de su vida al tiempo que Sara intenta develar el asesinato de Antonin Fraguá, su padre. También el incendio de una hacienda, viajes y el abandono de su madre. Entre ellas surgen una serie de cartas inconclusas. No importa el grado de realidad, ni la pertenencia de los papeles. Son texturas que dan forma al territorio de encuentro entre los personajes.
En Atlántica Sara cualquier intento de revivir itinerarios personales, fracasa. Los procedimientos de reconstrucción estallan. Lo real deviene elemento lúdico de ficción. El relato de Dibbon es un tiempo presente pero las historias que evoca desarrollan distintas temporalidades. Se trata de espacios autónomos que conducen a una determinada calidad del devenir en escena. La obra provoca un tránsito de la oscuridad inicial a la crudeza del armado de una memoria compartida. Vientre sobre vientre. Una mujer es la inmensidad del silencio, contiene la crueldad del mar.
En simultáneo, dos actrices abren las voces de Dibbon y Sara, subvierten esta superficie. Hablan de una lejana situación emocional de sus personajes, de la frialdad y la forma y del deseo. Exponen la costura, el tejido de una limitación que afrontan: hablar mal, camuflarse o no en el lenguaje de otro. La fragilidad de sostener el malentendido de un espectáculo teatral.

Propuesta de actuación. Texto y otras circunstancias

El encuentro entre una actriz francesa y otra argentina expuestas en un espacio reducido. Claire Salabelle, Eliana Antar y una propuesta inicial: ser extranjero en la gestualidad de la propia lengua. Asumimos esta restricción como base del trabajo. Existe un impedimento real tanto en el desarrollo de las acciones, como en la convención de las calidades que devela cada cuerpo en escena. Esta condición generó un nuevo territorio “límite” asentado sobre constantes variaciones. Ni francés ni castellano; la interpretación se asienta en el pasaje entre ambos idiomas.
El lenguaje escénico del espectáculo debía contener estas coordenadas y construir, desde la actuación, una línea que prevalezca más allá de las oposiciones entre dos lenguas. Una melodía surgida del fraseo intermitente, la cadencia y la respiración disonante; las acciones curtidas en este desfasaje fueron la zona de investigación para concretar el vínculo entre las dos actrices.
Atlántica Sara trabaja sobre el deterioro de la anécdota en un circuito de situaciones breves. En una primera etapa de ensayos, realizamos improvisaciones coordinadas para sondear cómo se conjugan esos cuerpos en un lenguaje escénico. Había que decodificar sus potenciales expresivos más conducentes para la creación ficcional. Tuvimos una serie de textos que sirvieron como herramientas y se sumaron a los ensayos de forma aleatoria. No fueron definitivos ni rectores del trabajo.
Nuestro texto original fue un largo poema. También se incorporaron correspondencias de Calamity Jane y la poeta Elizabeth Bishop. En la instancia embronaria, cualquier material escrito debía integrarse a una serie de acontecimientos expresivos transitados y reconocidos por las actrices.
Teniendo en cuenta esa calidad actoral, en una segunda instancia se borraron las referencias externas -Calamity Jane y Elizabeth Bishop- se eliminaron las improvisaciones coordinadas y aparecieron los primeros bocetos escritos de Atlántica Sara. No fue una escritura de escena, cada parte surgió de una investigación autónoma que se probó y desechó en los ensayos. El texto funcionó como un puchinball que debíamos sacudir invariablemente. La historia de Dibbon y Sara se devela en la trama más que en la exposición de una linealidad narrativa. A partir de la conjugación entre el texto escrito y la actuación se realizó un primer montaje y un guión gestual acorde a esa dinámica.

Consideraciones acerca del espacio
Querida Elena, Sencillas artes es un espacio de trabajo y creación que funciona en una antigua casa de inquilinatos en La Boca. Las texturas del espacio resultan determinantes. En una de sus habitaciones –9mts X 4.50– ensayamos y montamos la obra. Planteamos una puesta con mínimos elementos. Lo imprescindible. Durante los ensayos sólo utilizamos un banco y el límite de la escena. La idea vertebral fue explorar líneas de trabajo de las actrices, el vínculo y complicidad posible entre ellas. La cercanía con el espectador genera un espectáculo cuyo devenir acontece en primer plano. Se fulmina la totalidad.
En la habitación donde montamos Atlántica Sara utilizamos un dispositivo bifrontal. Con telas en las paredes laterales del cuarto que funcionan como refractores de iluminación. Las telas evocan velas de navegación que acompañan el imaginario de viaje que transitan los personajes. Dibbon y Sara, ligadas al océano por sus desplazamientos, tienen un vínculo con el mar como lugar de ensueño. El concepto del espacio, delineado por Hella Prokoph, trabaja sobre dos texturas: por un lado, la casa, la habitación donde transcurre el encuentro entre Sara y Dibbon; por el otro, el exterior. El diseño de velas otorga una idea de movimiento en la intimidad del cuarto.

Juan José Santillán.
Octubre de 2009