miércoles, 4 de marzo de 2009

-- Luisienne Dibbon en el ojo de Mar—




La noche del retorno, Luisienne Dibbon bailó la música de tres demonios. Recorrió la casa con tres presencias que golpearon la tierra. Todos tuvieron su cuarto. A una le asignó nombre; a otra la historia de un destierro. A la última, canciones.
Esa noche ardió un camposanto y el viento agitó las aguas.
Luisienne Dibbon salió al patio de la casa y llevó los ojos al cielo. Bebió del fuego erizado por la noche y sintió los delgados hilos de sus venas agitarse. Dibbon fue atravesada por el ardor de varias voces.
En cada pieza se hilvanaron historias y la casa fue cubierta de canciones. Evocada la ausencia, ¿qué músicas demacradas por el fuego acompañaron la danza de Luisienne Dibbon?
Algunos sintieron el desgarro inevitable de la noche. Otros, la música de un desvelo clamando por un Dios de palabras secas. Fue breve el abandono; la pérdida, imperceptible.
La tierra, el río y la noche temblaron con la música. No era tiempo de pedir nada. En ese momento, Luisienne Dibbon abandonó su cuerpo, quemó todas las cartas y abrió las habitaciones.

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